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¿El hombre ideal?





El viernes pasado estuve visitando a mi prima. Estábamos viendo unos vídeos en YouTube de una de esas bandas nuevas de jovencitos que producen malos pensamientos. Decíamos que era una lástima que fueran tan chiquitos, porque qué pena andar seriamente con un niño. Claro, porque ese es el problema, no el hecho de que sean celebridades inalcanzables, no. Sin embargo la idea me quedó rondando la cabeza y tras convertirse en un episodio de la imaginación, le dije a mi prima que empiezo a creer que uno, por lo menos una vez en la vida, tiene que meterse con alguien mucho menor. No sólo esto, sino que hay muchas experiencias que nos perdemos gracias a prejuicios estúpidos que no estoy muy segura por qué tenemos. Hombre ideal sé que no hay, eso del príncipe azul todas sabemos que pertenece solo los cuentos y las películas. Claro, podemos hacer mil listas mentales que intentamos rellenar cada vez que conocemos a un nuevo hombre con potencial. También podremos llegar a sentir que lo hemos encontrado, pero como todo lo bueno dura poco, inevitablemente hasta eso terminará mal. Pero dejando de lado romanticismos y corazones rotos, lo que quiero decir es que no deberíamos pensar que sólo hay un hombre para nosotras. Hay muchos, pero lo que tenemos que hacer es buscarlos siempre diversos. Mientras no estemos en edad de buscar marido, lo último en lo que tenemos que pensar es en si es el ideal, es mejor aprovechar nuestra edad para experimentar cuanto sea posible, lo que en últimas nos llevará a conocernos mejor y así cuando sí haya que sentar cabeza no tendremos un ápice de remordimiento o inseguridad por lo que nos perdimos. 
El jovencito
De todos los arquetipos de hombre ideal que describiré, el que más renuencia me ha causado es el que sea menor que yo. No estoy segura del por qué, pero hasta hace poco estar con un “niño” me causaba cierta aversión. A lo mejor es por ese extraño complejo de vejez que siempre cargo a cuestas, pero a medida que voy aceptando que apenas tengo 20 años creo que estaría bien eventualmente consumar algo con un garçon. Si lo piensan es hasta algo bueno para la salud mental el conocer a alguien para quien tú eres casi un ídolo, que piense que eres una admirable fuente de conocimiento y experiencia.  Ya sé que seguramente no es la situación ideal para entablar una relación a largo plazo, pero quién sabe. La mejor parte es saber que uno tiene el control, cuando generalmente es del modo contrario. No me refiero a estar con alguien dos años menor que uno, sino que la brecha sea por lo menos de 5 años. Nadie puede negar que hay algo de sexy en esos niños medio bad boys que parecen precoces para su edad y todavía no tienen la cabeza llena de problemillas cotidianos y aburridos. Recuerdo en mi colegio que dos cursos abajo mío había una especie de gang de niños malosos. A mí nunca me llamaron mucho la atención más allá de lo que me contaban que hacían los fines de semana, pero sí tenía una amiga que vivía enamorada platónica y perdidamente de ellos. Nunca llegaron a nada, obvio, pero cada vez me convenzo más de que hay que tener una experiencia así alguna vez.

El profesor
Al otro extremo de la vida está ser uno el menor, la infame Lolita de novelas y ensueños. Confieso que esta sí es una de mis fantasías, estar con un hombre mucho mayor que yo. Por qué no, con un profesor. A todas nos ha pasado, conocemos a ese profesor que no es muy viejo pero tampoco es joven, que parece que supiera todos los secretos del universo y mejor aún, de la sexualidad. He leído muchas veces mujeres que hablan sobre este aspecto, dicen que la cama no hay como compartirla con alguien mayor, que sabe lo que hace y además lo hace bien. Que disfruta haciéndolo a uno disfrutar. Y aunque uno ya no sea virgen con un hombre así vuelven las mariposas, pero no de enamoramiento, sino de expectativa. A diferencia de tener el control sobre una relación, que el hombre lo tenga es la mayor fantasía hasta de la más feminista. Lo malo es que ahí está el arma de doble filo, cuando no sólo el otro controla la situación, sino que además uno no tiene la más mínima voluntad frente a él. Sin embargo esto ocurre sea mayor, menor o igual, es el side effect por excelencia del enamoramiento.   
El invisible
Yo no creo en los cyber amores, lo diré así cruda y llanamente. Claro, creo que uno se puede enamorar de una idea, por algo los amores platónicos que nos hacen creer que entre nosotras y Ryan Goslin puede haber algo, o que Robert Pattinson está esperándonos. Pero no es más que eso. No creo que sea posible enamorarnos genuinamente de una pantalla de computador, o en el mejor de los casos de una voz al otro lado del teléfono. En lo que sí creo es en el caprichoso bienestar que produce sabernos el amor de otro. En lo lindo que es para nosotras y nuestro ego femenino recibir mensajitos durante el día que nos recuerde lo perfectas que somos, lo lindas que nos vemos en el profile picture y que alguien supuestamente fantasea con las sublimes curvas que creamos con poses incómodas que sólo es necesario sostener para una fotografía un tanto sucia, pero siempre sexy que esta noche enviaremos en privado. Es por esa razón que digo que es necesario tener un tinieblo cibernético. Es mejor que las afirmaciones que hacemos todas las mañanas frente al espejo. “Soy linda, valgo mucho, soy inteligente y cualquier persona tiene suerte de estar a mi lado”. No prefieren “Sos hermosa, pienso en vos todo el día. No puedo creer que encontré a una mujer a quien le pueda recitar el capítulo 68 de Rashuela y sepa de qué le hablo. Sha quiero viajar a Colombia, conocerte en persona, besarte y no dejarte salir del cuarto de hotel, ídola, besheza, me encantás” (sí, con acento argentino incluido y una sexy voz imaginaria). 
El Jim Morrison
Poeta maldito, músico o artista, y ojalá churro. Estos hombres son la mejor clase de patanes, porque te hacen sentir en una película mientras dura. Yo tuve una experiencia con algo parecido, y digo algo porque en realidad no estoy segura de qué fue ese extraño contacto semi alienígena. Lo conocí en un café, era amigo de una amiga. Al principio no me pareció un gran ser humano, por la reputación que tenía, hasta que un día tuvo la maravillosa idea de darme su mail y decirme “Agrégame a msn, o no. Como quieras…”, y salir del lugar sin mirar atrás. Hacer click en el muñequito de agregar fue firmar mi sentencia. Cuando comenzamos a hablar me deslumbraba con su sabiduría, estudiaba actuación, escribía y tenía una banda: mi hombre ideal a los 15 años. Ahora que lo pienso todas las situaciones en que me metía eran de lo más estúpidas, pero para la época yo sentía que escribía mi propia novela al mejor estilo de Nabokov. Las cosas entre nosotros nunca fueron normales, él se perdía por meses enteros, luego aparecía diciéndome cosas románticas, recitándome poemas de su autoría y hasta una vez me escribió una canción. Yo, por supuesto, me derretía cual chocolate. Las cosas acabaron cuando me di cuenta de que eso no era una relación y apareció alguien más dado a concretar su amor por mí. La verdad es que él no era ningún Jim Morrison, pero algo de patán perfecto tuvo para mí en ese momento y como buena enamoradiza caí rendida a lo groupie Woodstockiana. 
Boy-toy
Por último, y así suene objetivizador (si es que eso es una palabra), creo que toda mujer debe tener, en especial durante periodos prolongados de soltería, un fuck buddy. ¿Por qué? Pues porque es la opción más segura, médicamente hablando, y además garantía de no entrar en desesperación y terminar con alguien que no nos conviene, por pura desesperación. Sé cuáles son las desventajas, porque, insisto, no todo en la vida es tan maravilloso. Principalmente está la opción de volver los encuentros, que deben ser por encima de todo, casuales, una maraña de sentimientos, dudas y culpabilidades. Si sospechas que el hombre en cuestión tiene cierto gusto inconcluso por ti, lo mejor es que no juegues con su susceptibilidad y acabes en algo raro y enredado. Por el contrario, si es a ti a quien le gusta ese personaje, tampoco lo hagas, no creas que el sexo “is the way to a man’s heart”, eso es la comida, y a veces ni así. Lo único que conseguirás es aquella relación caótica y desesperada de la que te hablé. Si eres una persona insegura, tampoco es recomendable que elijas este tipo de relación casual, ya que a tu boy-toy no le podrás pedir cuenta de sus demás aventuras, no te contará cómo le va en su carrera, ni con sus amigos, ni te va a presentar a sus papás ni a la sociedad. Yo sólo digo que si lo encuentras, aprovéchalo como una experiencia que te dará cierto empoderamiento sobre tu sexualidad, cosa que nunca es mala… 

2 comentarios:

  1. Que buen post, me hace pensar y reflexionar muchas cosas. Lo publicaré en mi twitter para que más mujeres lo lean, es interesante.
    Te felicito, tienes el don para escribir.

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  2. Me encanta, el mío está entre el profesor y el Jim Morrison jejeje, por cierto me encanta Mistery Jets, mi favorita es Someone purer

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