Desde aquel infructífero tiempo en que las cosas con un S ya más bien olvidado no funcionaban, había optado por esperar el amor con más paciencia, sin insistir inútilmente. Pero resulta que mi vida ha tocado un punto extraño de la existencia, donde de repente todo se ha convertido en una fantasía idealizada que me revuelve la cabeza. He llegado a ese punto en que se siente como si estuvieran pasando muchas cosas, pero en verdad nada en concreto. Desde este comienzo de semestre decidí salir más que nunca, lo que ha resultado en una serie de sucesos, no siempre afortunados, que me han llevado a pensar que, aunque mi seguridad personal crece a pasos agigantados, mi inseguridad romántica se ha apoderado de cada paso que doy. No sé si alguna vez les haya pasado. ¿O estoy loca?
Primero, se apareció en mi vida, y se me atravesó como una espada rara en la mente, un chico aparentemente perfecto. Yo estaba en ese momento en que pensaba que ya estaba harta de hombres raros, del típico tipo loco con el que siempre he terminado, lleno de issues que al principio parecen la cosa más maravillosa, el misterio más interesante, pero que con el tiempo se van convirtiendo en una dosis de veneno que acaban con la sanidad mental del cualquiera. Por eso estaba dispuesta a encontrar a este nuevo prototipo, a un ser "normal" sin ser corriente, el equilibrio ínfimo entre alguien que pudiera ser lo suficientemente serio como para dejarme ser una drama queen, a la vez que tuviera algunos rayes extraños que lo mantuvieran interesante. Incluso pensé que debía ser una persona de bien, así no habría lío con mi familia, que estudiara algo medianamente creativo como para tener cosas en común, pero no tanto que fuera a estar más loco que yo.
En fin, estaba pidiendo más un milagro que un hecho. Y cuando lo hablaba con mis mejores amigos, siempre llegábamos a la conclusión de que, obviando el hecho de que era algo casi imposible, aunque llegara, seguramente no me iba a gustar alguien tan aburrido. Pero no fue hasta que entré a uno de mis CBUs de este semestre, que pensé que lo había encontrado. Llamémoslo J. Físicamente, era perfecto: muy alto (lo cual es importantísimo para mi, ya que mido 1,77m), ni muy flaquito ni gordito, con gafas chéveres y barbita sexy.
Tenía una actitud entre excéntrica y despreocupada, no le daba pena nada, pero era muy reservado, y más importante aún, increíblemente tierno y querido conmigo. Me dije: "Lo encontré". Estudia arquitectura y es un poco mayor que yo, o sea, perfecto. Pues eso creí. En clase, cada día se formaba una guerra de mariposas, pájaros y terrodáctilos en mi estómago, parecía como si me pagaran para estar nerviosa, pero él siempre lograba alimentar mi gusto, en vez de mi temor. Como la primera vez que sentí que no estaba sola en esa relación insipiente. Llegué aproximadamente media hora tarde a clase, y en cuanto entré vi como su mirada se posó sobre mí sin ninguna vergüenza. Me senté en la única mesa libre, que coincidencialmente era la que estaba frente a él, y en cuanto la profesora terminó de hablar y todos se dispersaron, J se paró, tomó su silla y se sentó en mi mesa. Su excusa fue "adelantarme" de lo que me había perdido, pero la verdad es que no había pasado nada que lo ameritara. Luego se quedó por que lo ayudara con algunos trabajos, pero él terminó haciéndome todas las labores manuales del día, es decir, cortando mis cartones, pegando mis papeles, etc.
Así continuó prácticamente todo el semestre, pero nunca pasaba de cierto flitring sutil que no podía descifrar del todo. Hasta que un día, en una salida de campo con la clase me dije que tenía que llegar a concretar algo, porque este personaje ya me estaba gustando tanto, que parecía sacada de un artículo de "Cómo saber si le gustas" de la revista Cosmo. Creo que estaba siendo tan obvia como que siempre lo seguía a dónde él iba, me le reía como una idiota por cada bobada que decía, y no perdía ninguna oportunidad para tocarlo, así fuera en secreto. ¡Nunca me había sentido tan stalker! El caso es que cuando salimos del lugar que visitamos con el curso, sintiéndome derrotada porque sí, me empecé a ir sin despedirme de nadie, y J apareció por detrás diciéndome "¿En qué nos vamos? ¿En bus, taxi o transmilenio?".
Entré en paro cardíaco y torpemente le dije "No sé, yo me voy a quedar por aquí a comer, no he almorzado, pero nos vemos después". Sí, lo sé, soy la persona más estúpida y socially awkward del planeta, cuando nací a Di-s se le olvidó darme cualquier tipo de capacidad coqueta, ni siquiera picar el ojo puedo. Casi me muero de la estupidez, pero él supo decirme "¿Entonces a dónde vamos a comer?". (!!!!!). Morí. Morí mil veces y volví a vivir. Pero por culpa de esa necesidad imperiosa de sabotear todo lo bueno que me puede pasar, invité a otro amigo que también se estaba yendo, le dije que nos acompañara.
No, no sé, no he encontrado todavía una explicación lógica para tal nivel de tontería. J inmediatamente se puso bravo, no dijo nada, pero eso era lo que lo delataba. Mi amigo se fue al rato, y J me llevó hasta la casa, hablamos de todo un poco y entre algunos silencios incómodos sentí una electricidad muy bonita cada vez que nuestras manos se rozaban. Luego vino semana santa y no supe más de él, porque la siguiente clase tampoco fue. Mi esperanza se hizo añicos, pero sentí que sobreviviría. Hasta que por cosas de la vida me enteré de algo sobre él que me sacudió. Una fuente en extremo confiable me dijo que J era papá de un niño por el que no respondía. Antes de nada, ¿ustedes qué habrían hecho? ¿Uno cómo carajos puede sentirse al respecto?
Creo que eso es algo para lo que no nos podemos preparar mentalmente, porque por lo menos yo, entré en un conflicto interno que me llevaba de extremo a extremo, en donde pasaba de excusarlo y querer entender que esto no era algo necesariamente malo, hasta sentir que tenía un mal agüero que me provocaba siempre toparme con la peor persona posible. Y bueno, creo que la realidad era un poco de todo. La siguiente vez que lo ví, esperando que se me bajara todo y que la ilusión no volviera, fue como si nada hubiera pasado. Pero creo que hasta ahí fue, porque en adelante no hemos vuelto a coincidir, como que no me dieron más ganas de ir a esa clase, y cuando voy él no va y luego me escapo también y así.
Pero la verdadera razón para haberlo olvidado un poco después de tanto amor que le estaba llegando a tener, fue otra persona. Se llamará C. Lo conocí en el cumpleaños de mi mejor amigo, que era una de esas fiestas a las que uno no necesariamente quiere ir, porque además de mi amigo, no conocía a absolutamente nadie.
Estuve de hecho todo el día en evitación, además un poco enferma, y en un bajón emocional que no tiene nombre. Tras enterarme del hijo misterioso de J y de otros chismes que se le sumaban, más su inminente ausencia y el hecho de que no lo había podido encontrar en Facebook para agregarlo o stalkearlo normalmente, empecé, como cosa rara, a dudar de mí. Acaso nunca les ha pasado que a pesar de ser conscientes de que la única validación debe venir de nosotras mismas para sentirnos bien y felices con lo que somos, el hecho de que no haya nadie que nos lo confirme, hace que se nos venga como un trágico tsunami de emociones la autoestima al piso. La confianza baja tanto que llega al inframundo.
El día ese estaba así, sentía que me volvía a arrastrar por la vida, que era la persona más fea e insulsa, que nada de lo que hiciera podría tener ninguna validez y trascendencia. Yo, María Elvira Espinosa, era la reina de la tragedia y el desencanto. No sé cómo, logré arreglar el desastre en el que me había convertido y anteponer mi profundo cariño por mi amigo para ir a su casa. Llegué callada y nerviosa, pero feliz en el fondo de no haberle fallado. No pasó mucho tiempo hasta que la mayoría de invitados se fueron y quedamos solamente sus amigos más cercanos, 5 personas para ser más exactos. Entre ellos, C. Hablamos, tomamos y reímos, me volvió la felicidad y la paz al cuerpo.
Sentía mucho amor de parte de todos ellos, que además me había acogido muy bien, con mucho cariño. C había sido muy atento todo el rato, era con el que más hablaba y me molestaba como si fuéramos amigos desde siempre. En un punto, ya casi en la madrugada, todos estaban ya bastante pasados de tragos, y así mismo algunos empezaron a caducar, yéndose a dormir, o al menos a hablar más estupideces chistosas que antes. C se sentó en el brazo del sillón en el que yo estaba y empezó a abrazarme, a decirme un montón de cosas que eran particularmente valiosas para mí, teniendo en cuenta en estado de depresión en el que estaba en esos días. Todo en realidad era muy MUY raro, pero era una rareza bonita y hasta me atrevo a decir que un tanto mágica, porque hacía años no sentía una conexión tan fuerte con alguien desconocido.
Era distinto a J, porque con él la traga se fue dando gradualmente, y diré que los nervios entre otras cosas eran un síntoma de que todavía no me sentía cómoda con él, aunque sí encantada, eso no lo niego; en cambio con C era como si siempre hubiera estado allí, además de que todo lo que me decía también implicaba que me conocía, a pesar de que no nos habíamos visto nunca antes. Obviamente, las cosas con un hombre así rara vez quedan en palabras, así que sin saber cómo llegó el momento, me empezó a besar. ¿No creen que los primeros besos dicen mucho de todo lo que puede estar comenzando? Como que por lo general ese tipo de primeros encuentros suelen ser torpes y ligeramente incómodos, como la primera vez que uno se toma de la mano con alguien y no encaja tan bien, pero cuando sí se acopla de inmediato uno queda viendo estrellas. Bueno, así fue ese beso, como si fuéramos dos piezas del mismo juego. Ok, lo siento, soy demasiado cursi, tanto que vomito arco-iris.
El punto es que hasta en eso nos entendimos a la perfección. No pasó mucho tiempo hasta que me llevó para estar solos, a lo que accedí de inmediato. Sin embargo no pasó a mayores. Algo sentí que me decía que era mejor que no. Además de que últimamente siento que no quiero llegar más a estar con alguien sin tener algo serio entre manos. Igualmente los besos nunca se agotaron, ni las palabras, desafortunadamente. En medio de esa fuerza que nos atraía me dijo que nada de eso podría volver a pasar, porque él tenía novia. Golpe bajo, ¿no?
Volvimos a la realidad y por un momento él desapareció. Me entró ese terror asqueroso de ser abandonada, como ya me ha pasado antes. Pero cuando volvía a sentir tristeza por eso, salió como si nada en el mundo, y me volvió esa seguridad en él que en realidad nunca debió estar. Nos volvimos a quedar solos, pero esta vez hablando en lados opuestos de la sala. Siguió preguntándome un montón de cosas acerca de mí, y cada vez que no quería decirle algo, o trataba de evitar el tema yéndome por las ramas, C lograba adivinar todo. No me pregunten cómo carajos hizo, pero supo mi secreto más inmenso, algo que no le he contado sino a personas demasiado cercanas a mí, que pasan pruebas incluso hasta llegar a esa verdad. Es la cosa más fea que me ha pasado, por lo mismo cuando me preguntó algo que podría llevar a ese punto, con toda la naturalidad del caso logré sortear sus palabras. Pero aún así me lo dijo, como si acabara de contarle todo, como si lo hubiera leído en mi frente.
Claramente quedé en shock, me quedé callada, pero él siguió insistiendo solo que al mismo tiempo me aconsejaba sobre la mejor manera de manejar esa situación. En ese momento pensé y le dije que si él no fuera él, hacía mucho ya lo habría insultado y me habría ido para siempre de su presencia. Nunca me había topado con una persona que realmente me deseara, me descifrara, que no se hubiera querido ir en el momento más denso y que lograba verme como si mis ojos fueran una vitrina iluminada con letrerito de "Abierto". Luego fuimos a mi casa y ente más besos él me dijo otras cosas que no entendí mucho, porque ni siquiera era algo que le hubiera preguntado o insinuado. Me hablaba de cómo sería nuestra vida juntos, de por qué nada funcionaría al final y de que de todas formas quería seguir siendo parte de mí.
A pesar de mi curiosidad gatuna, no me atreví a preguntarle el por qué de sus asunciones, pero él de todas formas me respondió todo. Incluso llegamos a un momento en que quise sincerarme y le dije que yo hasta ese momento estaba perdidamente enamorada de un chico, y cuando dije "pero", él me interrumpió diciendo "pero ahora estás perdidamente enamorada de mí". Le dije sin pensarlo que no, lo cual era casi completamente cierto, con excepción de esa nueva duda que se estaba gestando en mi interior, de pensar en el "¿ahora qué?" con él.
Mi confusión ha sido infinita desde que se fue ese día de mi casa. Aunque teníamos el celular de cada uno, ni él ni yo volvimos a hablar. Y puede que en el fondo sienta cierta seguridad de que al menos una vez más lo volveré a ver, todavía me pregunto qué significó todo eso, y en especial por qué no trascendió en nada. Y no me malentiendan, nunca esperé sacar de esa noche una relación ni mucho menos, sino que me parece somewhat peligroso que alguien ande por ahí en la vida con tanto de mí. ¿Sí saben?