Dicen por ahí que enamorarse además de ser un capricho de la
soledad, es una reacción químico-neurológica; será entonces que cada uno de
nuestros antojitos es netamente científico. Me parece tristísimo tener que
aceptar alguna de estás dos tesis que buscan permear nuestro imaginario
colectivo. Que si una se enamora puede ser por muchas cosas más, o eso creemos
mi pequeño aldea imaginaria y yo. Además
si enamorarse fuera una vaina tan científico-impulsivo-emocional porqué
muchos de nosotros nos aculillamos y buscamos excusas pendejas para no dejarnos
“fluir.” Es que no me cabe en la cabeza (¿será que la tengo muy pequeña?) cómo
es posible, que una encuentre una cantidad infinitesimal de razones para
auto-convencerse de que el prospecto es o no es. Como era de bonito antes
cuando los romances más hirsutos parecían desarrollarse sin ningún bollo de:
“es que he tenido muy malas experiencias” o “no es el momento, quizás después”
o “me recuerdas tal o cual cosa.” A ver, no es que yo crea que uno tiene que ir
por la calle y zim caer en las garras
del primer pati-zambo que se le atraviese, ni más faltaba. Pero, porqué tenemos
tanto miedo de dejarnos llevar. En últimas, no tenemos que hacer ningún acuerdo
pre-nupcial o en casos más reales pre-novial para tener la certeza de que no
tenemos nada que perder intentándolo.
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