Por: María Juliana Serrano
Magazines repletos de rostros y cuerpos ideales. Medios de
comunicación saturados de “respuestas” a las preguntas de “how to x o y”. Una
ya no es una, es la reproducción de la reproducción del ideal de los otros;
ideal que ya no es de nadie, que vive y respira por si solo. Cuántas veces no
nos hemos preguntado porqué hay mujeres que tienen tales cosas y nosotras no;
qué es lo que le ven a los otros que no lo ven en mi; qué debo ser para ser,
para existir, nada más incierto y más triste. Las viejas de look ideal viven
torturándose por conservar una apariencia que ya no les pertenece, que es
pública; las que la tienen a medias, se martirizan por alcanzarla de una u otra
manera; las que no la tienen, simplemente continúan alimentando el monstruo de
la desdicha. Y lo que todas tienen en común es el virus de la “inseguridad
conformista.” Que quizás si me bajo unos kilos conseguiré todo lo que quiero
tener, que si me comporto de una manera las fronteras de mi circulo social
alcanzaran picos más altos, entre otras cosas, son las aspiraciones que
continúan alimentando el ya mencionado virus. No es que una, vaya por ahí
cometiendo atrocidades, o viva sin importar su estado de salud, pero el que los
ideales se estén llevando al extremo y
aún cuando nos sentimos pésimo los continuemos legitimando es una
terrible enfermedad. La invitación es que si bien ser bello importa, lo más
relevante es alcanzar esa belleza desde nuestros propios parámetros. Reafirmar
nuestras cualidades físicas, mentales y espirituales, y no procurar ser una
versión intervenida por la sociedad en su papel de cirujano plástico.