Hace mucho no escribo sobre mi vida
personal, pero las ganas me matan, el año se acaba y estas vacaciones han sido
bastantes solitarias, excepto por algún amigo virtual ocasional que ni siquiera
vive en el país. Se pasó todo este año, no sé en qué momento y admito que
abandoné un poco el blog, dejé de imprimirle el mismo amor que me desbordaba
antes, y no porque secretamente tuviera un plan interno inconsciente de
auto-sabotaje con todo lo que me hiciera feliz, sino, creo, porque han pasado
muchas cosas. Siento que estoy entrado en una etapa extraña, donde madurar no
es más una opción sino una patada en la cola; como que el universo se me viene
encima y todavía no tengo un plan de contingencia. Pero siento que en el fondo
no es tan malo como parece, pues en medio de todo aprendo, aprendo muchísimo.
¿Por donde comenzar? En orden cronológico, desde enero comencé un proyecto
relacionado con moda y publicaciones, que a lo largo del año ha sufrido altos
épicos y también bajos profundos. Se ha convertido en una de esas cosas que
toma fuerza por sí misma y me prueba incesantemente la terquedad que algún día
me sacará adelante. Esa ha sido tal vez una de mis mayores lecciones; no se
trata de triunfar, de querer el éxito como objetivo final y expectativa
perpetua, sino de intentar, intentar, intentar y romperse la espalda por
aquello que a uno le apasione, así después llegará la satisfacción verdadera,
que poco tiene que ver con una cantidad astronómica de seguidores en Facebook o
Likes que lluevan como una tormenta, (aunque sí, eso también es chévere, no lo
niego). El proyecto paró a mitad del año, porque también aprendí que no todos
tienen las mismas prioridades que yo, y que las cosas que a mí me apasionan
tanto que me hacen vibrar no son las mismas que agitan el alma de otros. Lo sé,
estoy siendo muy vaga con mis palabras, pero siento que no es cuestión de echar
culpas o poner excusas, pues todo, insisto, es insistir. Por un momento
perdí el horizonte, pero los tropiezos no son finales, y de un tiempo para acá
todo ha vuelto a tomar sentido. Durante ese primer semestre tuve además de
descubrimientos profesionales, pequeñas ilusiones amorosas que no desembocaron
en mucho más allá de historias
cortas para la posteridad. Pero esas ya las saben, al menos la más
relevante (ahí les dejé el link en caso de que no). También hubo amistades que
se afianzaron para acabarse. Una en particular terminó muy mal después de haber
comenzado idílicamente. No diré mucho más que ya entiendo por qué es peligroso
tener amigos del sexo opuesto, no porque en realidad sea un *peligro*, sino
porque siempre habrá mucho en la mezcla, los sentimientos son fáciles de
distinguir cuando no hay posibilidad de atracción, de lo contrario todo es una
inmensa y confusa área gris que se presta para hacer daño. Pasó que él creyó
que mi ávido deseo de ayudarlo en todo era en realidad un irresistible deseo
amoroso por él, cosa que era falsa por más que mi psiquiatra insista en lo
contrario. Luego de algunas copas él me encaró, yo lo rechacé pero esto no
frenó su insistencia para probar lo contrario, hasta que pasaron cosas que
hubiera preferido no vivir. Fue dramático, pero no al extremo que pueden
pensar, simplemente todo concluyó en el fin de una amistad con potencial de ser
épica y perfecta.
Llegaron las vacaciones de verano y así
mismo se fueron. Justo antes de entrar a la universidad otra vez salí con uno
de mis mejores amigos y me partí un pie, cosa que terminó por ser quizás la
metáfora perfecta para la segunda mitad del año. Por una parte, la pasé
increíble, bailé, reí, me deshice de complejos y fui feliz, pero luego, a la
hora de irme, me caí en subiendo al taxi y adiós huesos saludables, hola yeso
por una semana. No fue grave, pero fue mamón. Así fue mi semestre: lo disfruté
y fui feliz, pero hubo momentos de ruptura y post-proceso de auto sanación del
espíritu. ¿Recuerdan a S? Pues resulta que ahora somos amigos, de hecho, muy
muy amigos. Este semestre tuvimos una clase juntos, y aunque al comienzo fue
algo incómodo pues él por algún motivo se rehusaba a saludarme durante las
primeras semanas de clase, finalmente me armé de coraje y lo saludé (sé que
suena muy estúpido, pero acéptenlo, todas han estado allí alguna vez, esperando
que un saludo de ESA persona sea el highlight de sus días, ja). Después de eso,
no recuerdo bien cómo, pero empezamos a irnos juntos y con otra amiga mía hasta
nuestras casas que quedaban todas en el mismo camino. Como mi amiga se bajaba
primero, siempre nos quedaba un larguísimo tramo por recorrer juntos, que se convirtió
desde el primer momento en un confesional psiquiátrico que terminó por
volvernos dueños de muchos de nuestros secretos. Al comienzo seguí teniendo la
ilusión cursi de que pudiera todo esto desembocar en algo más, pero luego llegó
una noche en que el friendzone se definió, y sorprendentemente no me molestó.
Estábamos en una fiesta de la facultad. Yo me vestí para matar, labios rojos,
cat-eye y el siempre fiel little black dress, llegué al sitio con más amigas y
bailé feliz, e intentando atraer la mejor de las energías mientras repetía
obsesivamente mis mantras en mente, esperando que nada arruinara mi noche. Él
llegó y me abrazó, cosa que sentí como magia. Sin embargo la noche fue
avanzando y además de que la fiesta en sí era un fiasco, S poco o nada tenía
que ver conmigo. Además de todo, apareció mi recientemente ex-amigo (el que les
estaba contando antes), y el drama adolescente/universitario comenzó a
desbocarse sobre mí. Él, llamémoslo L, me reclamó el haberlo eliminado de
Facebook, y a pesar de haber tenido una muy clara y dolorosa pelea en el
momento de nuestra mayor crisis, sentía que no era para tanto. Créanme, era
para más que eso, pero mi self-confidence todavía no me da para hacer tantos
reclamos, no les miento cuando digo que para mí fue un hito haberme rehusado a
sus demandas después de sus ofensas, pues generalmente cedo y me siento mal por
sentirme mal. ¿No les ha pasado? ¿Que uno siente que si uno exige lo que
"se merece" la gente simplemente se va a apartar y uno será el que
pierda a fin de cuentas? Sé que es absurdo y que nadie tiene derecho a dañarnos
sin nuestro permiso (parafraseando muy mal a mi adorada Margaret Thatcher),
pero eso hace la falta de confianza, nos vuelve bobas y vulnerables al abuso.
(Otra cosa que aprendí este año: A veces duele sacar a quienes queremos de
nuestras vidas, pero cuando esa persona es tóxica para nosotros, la única
manera de cuidarnos es esa. Créanme es más fácil vivir sin ellos que con nosotras
sintiendo que no tenemos control sobre lo que nos hacen sentir.). Anyway, la
noche era patética, y patéticamente me puse a llorar porque no soporté el
rechazo de S y la manera de invalidar mis sentimientos de L. Una amiga me vio y
solo atinó a jalar a S por el brazo y pedirle que me calmara. No podía de la
vergüenza, pero él fue un ángel y se quedó conmigo el resto de la noche. Nos
contamos cosas que nunca esperé relatar ni saber y me confesó que ese momento
había salvado su noche. Ahí lo amé, pero como uno ama a un hermano, yo misma
decidí que el friendzone era la mejor zone. Últimamente, cuando veo potencial
con alguien pienso qué tanto me importa esa persona, pues decidir avanzar
románticamente implica que hay un 99.9% de posibilidades de que las cosas
acaben, y al menos un 80% de que acaben mal, y en cualquiera de los casos esa
persona irremediablemente saldrá de mi vida y caput, c'est fini, a dopo, see
you never. Así que hay momentos en que es mejor sacrificar las ganas y aumentar
el chance de que esa persona permanezca en nuestra vida para siempre, o al
menos por mucho más tiempo. Así fue con S y estoy sinceramente feliz por eso.
Luego vino mi cumpleaños y di la
mejor/peor fiesta de mi vida. La mejor porque a pesar de mi ansiedad de
hostess, vinieron más personas de las que anticipé, recibí regalos muy bonitos,
y me sentí muy querida. Y la peor porque esa ansiedad que mencioné fue algo
severa y me hacía decirle a todos 5 veces que me dijeran la verdad y confesaran
cuán mal la estaban pasando, a pesar de que todos insistían en que estaban
bien. Pero en realidad lo peor fue que tomé mucho tequila y haciendo mis rondas
de amor (iba de amigo en amigo a decirle todo lo que pensaba de él y a
disculparme por no ser más expresiva con mi amor en la vida real), terminé por
decirle cosas que no recuerdo a mi mejor amiga, y al otro día me dijo que se la
hice sentir muy mal. Eso nunca es bueno, y aunque ya no estamos de pelea,
siento que ahora quedó una pequeña mancha entre nosotras, pero no sé cuándo ni
cómo podré resolverlo. Durante esos días conocí el amor de una manera inesperada.
Todo era perfecto para mí, excepto el hecho de que estaba lejos, pero incluso
eso funcionaba. Las cosas con él se dieron rápido, a pesar de que en ese
momento, y todavía ahora, sentía que lo mejor era ir despacio y no entregarme
como si me estuvieran retando a hacerlo, fui débil y cedí ante sus muestras te
amor, (perdón sé que soy demasiado cursi y rosada, pero no sé cómo más decirlo,
ja). El punto es que me fui de cabeza, una vez más, y después de 2 meses todo
se acabó de una manera terriblemente desconcertante, a la que ayudó la
distancia. Imaginen estar en el pico del amor, sintiendo que aunque la vida
esté probando lo contrario, todo es posible con esa persona; una vez más, están
dispuestas a sacrificar cosas en ustedes, a cambiar lo que no encaja y a darlo
todo a cambio de ese rayito de felicidad, y luego, un día, sin más, él ya no
quiere y Facebook lo ayuda a literalmente eliminarlas de su vida. Eso hizo él,
sin preámbulo, sin peleas, sin aviso siquiera se fue y nunca más volvió. Es
horrible, además, porque ni siquiera tienen una razón para odiarlo. Cuando uno
termina por las vías del drama, a pesar de que siempre uno recuerda todo con un
filtro de nostalgia y las cosas aparecen en nuestro pensamientos maquilladas
por un halo hollywoodense de idealización, también están esos recuerdos que no
se pueden negar, esos que hicieron el mayor daño, y al final nos valemos de eso
para desterrar a esos siniestros hombres de nuestro corazón. Pero en este caso
sentí como si a mitad de la mejor película que había visto, alguien simplemente
hubiera robado la cinta y nunca entendí bien por qué ni cómo. Todavía lo
extraño, no puedo mentir, pero ya me hice la idea que esa no fue una pausa,
sino el fin.
Se acabó el semestre y todo salió bien en
general. No podía esperar a ser libre nuevamente, a poder sumergirme en mí, en
mis proyecticos solitarios e ideas. Además de todo eso y más cosas que pasaron
en la segunda mitad del año, entré en una pequeña crisis vocacional y empecé a
dudar si estaba en el lugar correcto para las cosas que quiero lograr en la
vida. Por eso hice mi horario dejando de lado los talleres de artes plásticas y
solo metí clases de historia del arte, para probar si tal vez solo necesitaba
aprender muchas teorías sobre muchas cosas y finalmente utilizar eso como un
cúmulo de cultura general que complementara mis planes. Pero al final descubrí
que no puedo negar que necesito hacer cosas siempre, "hacer arte", si
se quiere. No me arrepiento de haber tenido un semestre tan ñoño y poco
artístico, pues siento que en medio de todo fue un descanso de las críticas
constantes de profesores, etc. pero creo que no lo volveré a hacer. Ahora estoy
dedicando mis vacaciones a compensar el tiempo perdido y estoy invertida
complemente en una serie de ilustraciones y escritos que quisiera publicar el
otro año. No prometo nada más que trabajar en ello hasta llevarlo al nivel que
quiero. Probablemente les muestre avances durante los comienzos del otro año.
Además de eso, llevo más o menos un mes ideando una nueva identidad para el
blog, manteniendo la esencia fashionista, pero complementándola con nuevos
estilos de artículos y posts de colaboradores, como lo que han estado leyendo
desde hace un tiempo, a cargo de María
Juliana Serrano, una gran amiga de la universidad. (Por cierto, si alguna/o
de ustedes está interesada/o en escribir para Le Fashion Tragédie, puede
contactarme a través de la página de Facebook).
Para finalizar, creo que su debo resumir
en una palabra mi 2013 no podría, pues pasaron cosas demasiado raras, buenas,
feas, bonitas e inesperadas. En general creo que fue un buen año, insisto,
aprendí demasiadas cosas, conocí muchas personas y viví cosas que no me habría
imaginado. Espero que el año que viene sea mejor, y trabajaré duro para que así
sea. Espero también que sus vidas hayan ido muy bien, que puedan cerrar este
año con muchas ilusiones y buenos recuerdos. Solo tengo un deseo para ustedes y
es que sigan soñando tan grande como quieran, pues solo así llegarán muy lejos.
Les agradezco una vez más todo el apoyo que me han brindado siguiendo el blog,
a través de sus comentarios y hasta con un simple like. Las quiero a todas
sinceramente, y nos veremos el otro año con mucha más Tragedia
Artificial.